El suelo está formado por partículas, que a su vez pueden formar agregados. Entre estas partículas y los agregados se encuentran espacios que tienen agua y aire. Específicamente, el tamaño de las partículas y agregados influye de modo notable en el movimiento y las características del agua en el suelo, y por consiguiente, en el efecto que produce en la planta; dado que tanto el agua como el aire son elementos esenciales para el desarrollo de la planta.
DISTRIBUCIÓN DE AGUA EN EL SUELO
Agua capilar. Agua que se mantiene en el suelo por encima del nivel freático debido a la capilaridad.
Agua de adhesión. Agua retenida en el suelo por atracción molecular, formando una película en las paredes de la roca o en las partículas del suelo.
Agua de desborde. Agua que se inyecta a través de una fisura en una capa de hielo.
Agua de formación. Agua retenida en los intersticios de una roca sedimentaria en la época en que ésta se formó.
Agua de gravedad. Agua en la zona no saturada que se mueve bajo la influencia de la fuerza de gravedad.
Agua de suelo. Agua que se encuentra en la zona superior del suelo o en la zona de aireación cerca de la superficie del terreno, de forma que puede ser cedida a la atmósfera por evapotranspiración.
Agua disfórica. Agua pobre en nutrientes y que contiene altas concentraciones de ácido húmico.
Agua estancada. Agua inmóvil en determinadas zonas de un río, lago, estanque o acuífero.
Agua fósil. Agua infiltrada en un acuífero durante una antigua época geológica bajo condiciones climáticas y morfológicas diferentes de las actuales y almacenada desde entonces.
Agua freática. Agua subterránea que se presenta en la zona de saturación y que tiene una superficie libre.
Agua funicular. Agua presente en los mayores poros que rodea las partículas del suelo formando, en los puntos de contacto con dichas partículas, anillos que se fusionan entre ellos.
Agua primitiva. Agua proveniente del interior de la tierra, que no ha existido antes en forma de agua atmosférica o superficial.
Agua magmática. Agua impulsada hasta la superficie terrestre desde gran profundidad, por el movimiento ascendente de rocas ígneas intrusivas.
La forma en que el agua y el aire se distribuyen en la tierra depende de la estructura y de la textura del suelo.
La estructura es, en realidad, el esqueleto de la tierra, formado por los agregados de partículas. Se determina por la clase de agregados y partículas que predominan, en el suelo.
La textura del suelo depende del tamaño de las partículas. De acuerdo con su textura se distinguen suelos arenosos o livianos, suelos francos, y suelos arcillosos o pesados. En los primeros, predominan partículas de tamaño relativamente grande. En los últimos, predominan partículas de tamaño pequeño.
El agua en el suelo se encuentra alrededor y entre las partículas y agregados de partículas. Al respecto, se diferencian los siguientes tipos de agua:
Agua fijada alrededor de las partículas de manera que no está disponible para las necesidades de transpiración de la planta. Si el suelo contiene sólo este tipo de agua, se dice que se encuentra al punto de marchitez. La planta no puede desarrollarse.
Agua alrededor y entre las partículas en una adecuada combinación agua-aire, de manera que la planta se puede desarrollar en forma óptima. El suelo en estas condiciones, se encuentra a su capacidad de campo.
Cuando todos los espacios en la tierra se encuentran llenos de agua, se dice que el suelo se encuentra en su punto de saturación. En esta situación, falta aire en el suelo. Por esto, la planta no se puede desarrollar.
Para la mejor comprensión de lo dicho, se puede esquematizar la textura del suelo en forma de bolitas de diferentes tamaños.
Por ejemplo, se comparan en la ilustración de la página siguiente, en la parte superior, bloques de igual volumen de partículas redondas de tamaño grande, intermedio y pequeño, respectivamente.
DISPONIBILIDAD DE AGUA
DISPONIBILIDAD DE AGUA
No toda el agua en el suelo está disponible para los cultivos.
Para que la planta pueda hacer uso del agua en el suelo, debe tener a su disposición suficiente cantidad de aire. Cuando el suelo se encuentra en su punto de saturación, la planta no puede hacer un buen uso del agua por falta de aire.
Por otro lado, el agua fijada a las partículas del suelo tampoco está a disposición de la planta.
Por consiguiente, el agua en el suelo, que está a disposición de la planta bajo condiciones óptimas, comprende la cantidad de agua bajo condiciones de capacidad de campo, menos la cantidad de agua fijada, cuando el suelo se encuentra en su punto de marchitez.
Agua disponible Agua en el suelo Agua fijada en
para el cultivo = bajo condición de — el suelo a punto
capacidad de campo de marchitez
Esta cantidad representa el agua que la planta puede absorber eficientemente.
Suelos arenosos : En ellos predominan las arenas o partículas minerales mayores de 0,02 mm de diámetro (cuando las partículas son mayores de 0,2 mm se denominan gravas). Son suelos muy permeables (la permeabilidad es la velocidad de infiltración del agua de gravitación), pues en ellos predominan los macroporos (todos hemos visto lo rápidamente que desaparece un cubo de agua vertido en la playa).
Su capacidad de retención de agua o capacidad de campo es baja, y también lo es el agua disponible por las plantas o agua útil, pues presentan una baja microporosidad. Deben ser regados, por tanto, frecuentemente. Como ventajas se puede destacar el que son fáciles de trabajar y no presentan problemas de aireación.
Suelos limosos : En ellos predominan los limos o partículas entre 0,02 y 0,002 mm . En ellos la permeabilidad varía mucho según sea su estructura. Puede ser muy lenta cuando la estructura es masiva (sin formar agregados) o bastante rápida cuando la estructura es grumosa. Son, por tanto, fácilmente apelmazables cuando se destruye su estructura, dificultándose mucho la circulación del aire y del agua.
Sin embargo suelen presentar una buena cantidad de agua disponible para las plantas, pues retienen mucha más agua que los suelos arenosos a capacidad de campo, aunque su punto de marchitamiento también es mayor.
Suelos arcillosos: En ellos predominan las arcillas o partículas menores de 0.002 mm . Son muy impermeables (fácilmente encharcables) y mal aireados, pues en ellos predominan los microporos. Son difíciles de trabajar pues son muy plásticos cuando están húmedos ( se van pegando a las suelas de los zapatos cada vez mas y mas,) y compactos cuando están secos. En ellos las lluvias finas y duraderas aportan más agua al suelo que las intensas y rápidas. Aunque esto ocurre también en la mayoría de los suelos, en el caso de los arcillosos con mucho más motivo.
Si presentan alto contenido en materia orgánica ( o la aportamos nosotros) se corrigen en gran parte estas propiedades desfavorables.
Son los suelos que retienen mayor cantidad de agua y aunque una gran parte de ella es retenida con mucha fuerza y no está disponible para las plantas (son los que presentan mayor un punto de marchitamiento más alto), presentan una gran cantidad de agua disponible o agua útil.
Suelos francos: En ellos no predomina claramente ninguno de los tres tipos de partículas. Presentan una mezcla de arenas, limos y arcillas en proporciones equilibradas. Estos suelos son los mejores para el crecimiento de la mayoría de las plantas (aunque hay plantas adaptadas y que prefieren los suelos arenosos muy permeables y otras los suelos arcillosos encharcables ). Presentan las ventajas de los distintos tipos de partículas, eliminándose sus desventajas. Así son ligeros, aireados y permeables (pero no tanto como los arenosos) y de media-alta capacidad de retención de agua (aunque no retienen tanta como los arcillosos).
Para hacernos una idea de la cantidad de agua que pueden retener los distintos tipos de suelos según su textura daremos los siguientes ejemplos:
Suelo arenoso: 130 litros por m 3 de agua retenida a capacidad de campo (13 % en volumen) de los cuales 100 litros son de agua disponible.
Suelo arcilloso: 400 litros por m3 de agua retenida a capacidad de campo (40 % en volumen), de los cuales 220 litros son de agua disponible.
Suelo franco: 280 litros por m3 de agua retenida a capacidad de campo (28 % en volumen), de los cuales 190 son de agua disponible
Cuando hablamos de texturas debemos tener en cuenta que en un mismo suelo nos podemos encontrar horizontes con diferentes texturas. En terrenos sin cultivar, poco alterados y con vegetación natural, lo más frecuente es encontrarse con suelos con horizontes superficiales más arenosos y ricos en materia orgánica que los horizontes subsuperficiales, que suelen ser más arcillosos. Esto favorece que el agua se infiltre y pueda acumularse. Es importante que el agua pueda infiltrarse rápidamente en los cm superiores del suelo pues una precipitación de 4 a 5 litros por m2 puede evaporarse en 24 horas. Después de un período seco pueden ser necesarias precipitaciones del orden de los 20 litros para que se humedezca la capa superficial y que el agua pueda empezar a infiltrarse en profundidad.
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