AGRICULTURA ORGÁNICA vs. AGRICULTURA
CONVENCIONAL
Las prácticas modernas de la
agricultura se exceden en la utilización de componentes sintéticos, pues se
combaten las plagas y la maleza con pesticidas y herbicidas tóxicos y se
fertiliza con abonos artificiales, comprometiendo nuestro bienestar y el del
medio ambiente.
Esta agricultura moderna
intensiva enfrenta dos graves cuestiones: En primer lugar, provoca una contaminación
del suelo y las aguas debido al uso de abonos químicos y pesticidas. Además,
estos productos causan un deterioro de la estructura del suelo al disminuir su población
microbiana.
En segundo lugar, La agricultura
moderna interfiere en la calidad de los alimentos mediante la presencia de
tóxicos en la alimentación y la ausencia de ciertos nutrientes por causa de una
fertilización deficiente.
La agricultura convencional
comenzó su desarrollo hace apenas 60 años. A raíz de la 2ª Guerra Mundial, la
abundancia de productos químicos sintéticos contribuyó a la proliferación de su
uso como pesticidas y abonos químicos. Esto dió como resultado el incremento de
la producción de alimentos a escala industrial. Más tarde, la progresiva
mecanización de las labores agrícolas ha dado lugar a la creación de grandes
monocultivos en todo el mundo.
Al principio los rendimientos se
multiplicaron, beneficiándose las industrias alimentarias y la población, pero
posteriormente los niveles de producción han ido descendiendo. El suelo es un
recurso renovable pero no inagotable. La producción desciende por el
empobrecimiento sucesivo de nutrientes del suelo, que además va acumulando los
productos sintéticos que son aplicados alterando la composición y estructura de
los ecosistemas circundantes. Este descenso en la fertilidad de los suelos, el
impacto ambiental producido unido al elevado gasto en productos fitosanitarios,
hacen insostenible la agricultura convencional.
De otro lado está la agricultura
orgánica o ecológica, cuyo propósito fundamental es lograr una interacción
óptima entre la tierra, los animales y las plantas, conservar los nutrientes
naturales y los ciclos de energía y potenciar la diversidad biológica, todo lo
cual contribuye a la agricultura sostenible.
Los alimentos cultivados
orgánicamente proporcionan los rangos adecuados de vitaminas y minerales que
necesita el cuerpo humano, en virtud de que se rotan los cultivos favoreciendo
la regeneración del suelo y evitando su erosión.
La demanda por este tipo de
alimentos está aumentando en todo el mundo, sobre todo en Europa, sin embargo
en Colombia existe una evidente falta de cultura sobre los orgánicos, lo cual
induce una productividad más baja comparada con la agricultura convencional y,
en consecuencia, los productos llegan con un sobreprecio más o menos
significativo al consumidor habitual de las grandes cadenas de supermercados.
En la agricultura ecológica no se
usan productos químicos sintéticos, ni sobre el suelo ni sobre la planta.
Tampoco se hace uso de plantas genéticamente modificadas (transgénicos).
En la agricultura ecológica la
plantación y el suelo forman un equilibrio perfecto. Para alcanzar este
equilibrio se requiere una recorversión del terreno y una correcta
planificación. Esta planificación consiste, entre otras cosas, en cultivar
especies coherentes con el tipo de clima y efectuar una rotación o alternancia
de cultivos adecuada. También se contempla la asociación de cultivos
compatibles que optimicen la cosecha. Por ejemplo si plantamos frijoles junto a
la planta de maíz, el maíz servirá de tutor a la judía, que es una trepadora,
evitando así el uso de tutores de otra naturaleza con los beneficios que supone
para la propia producción la asociación gramínea (maíz)-leguminosa (frijol).
Las adecuadas rotaciones y
asociaciones cuidan de la fertilidad del suelo a la que se puede contribuir con
abonados de compost en lugar de los abonos sintéticos que se usan en la
agricultura convencional. Las plagas son evitadas mediante la alternancia de
cultivos y mediante el equilibrio que se alcanza tras la reconversión del
terreno donde es fácil que un organismo que pueda ocasionar una plaga cuente
con depredadores capaces de regular su proliferación. En la agricultura
convencional este control de plagas se realiza mediante venenos que alteran el
ecosistema de tal forma que no existen depredadores que puedan colaborar de
forma natural al control de la plaga.
Alcanzar este equilibrio que
supone una explotación ecológica puede llevar entre 3-4 años por lo que al
principio los agricultores suelen tener pérdidas. Sin embargo, transcurrido
este tiempo parece demostrado que la agricultura ecológica es perfectamente
capaz de satisfacer la voracidad del primer mundo así como el hambre del
tercero puesto se trata de una práctica sostenible y equilibrada con el
entorno.
La agricultura orgánica
constituye una parte cada vez más importante del sector agrícola; sus ventajas
ambientales y económicas han atraído la atención de muchos países. La reducción
del apoyo gubernamental a los insumos
agrícolas brinda una oportunidad de conversión de sistemas agrícolas de bajos insumos en sistemas de agricultura orgánica
más productivos.
La diversificación biológica
resultante de los sistemas orgánicos aumenta la estabilidad del ecosistema
agrícola y brinda protección contra la tensión ambiental, lo que a su vez
aumenta la capacidad de adaptación de las economías agrícolas. La demanda de
alimentos y fibras de producción orgánica por parte de los consumidores y la
exigencia de un desarrollo más sostenible
que plantea la sociedad ofrecen nuevas oportunidades a agricultores y empresas
de todo el mundo.
La agricultura orgánica también
plantea desafíos nuevos para la FAO. En
particular, los Estados Miembros necesitan asesoramiento e información sobre
las posibilidades que ésta tiene de contribuir a la calidad del medio ambiente,
la generación de ingresos y la seguridad alimentaría.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario