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miércoles, 10 de abril de 2013

Transgénicos


Los organismos manipulados genéticamente (OMG) también llamados “transgénicos” son organismos nuevos creados en laboratorio, cuyas características se han alterado mediante la inserción de genes de otras especies. Por ejemplo, se inserta el gen de resistencia al frío del salmón en papa para proporcionarle tolerancia a heladas, o genes de bacterias en maíz para proporcionarle resistencia a ciertas plagas. Estas alteraciones no ocurren en la naturaleza, rompen las barreras naturales entre especies y pueden traer muchos riesgos. 
Hay que diferenciarlos de los híbridos, que son desarrollados por cruces a través de métodos convencionales que se realizan en variedades iguales o similares. En este proceso, los híbridos: las mismas secciones de información genética de la especie, conocida como ADN se intercambian con los mismos cromosomas, pero los genes casi siempre quedan exactamente en el mismo orden y en las mismas ubicaciones dentro de los cromosomas. En el caso de los transgénicos, en ningún caso se tiene control de dónde en la cadena cromosómica se inserta la nueva característica.

Los transgénicos se dividen en dos grandes grupos:  
Resistentes al herbicida glifosato (y conteniendo cantidades de uno de los pesticidas más potentes del mercado) y Tolerantes a insectos (Desarrollan características genéticas insecticidas).  

Algunos de los efectos negativos potenciales más conocidos:

1.      Recombinación de virus y bacterias dando origen a nuevas enfermedades.
2.      Transferencia de la resistencia a antibióticos.
3.      Generación de alergias.
4.      Mayor nivel de residuos tóxicos en los alimentos.
5.      Efectos desconocidos y no previsibles, incluso mortales.
6.      Efectos secundarios de farmacéuticos transgénicos.

Cinco compañías transnacionales de la agro-biotecnología controlan el mercado, pero la más importante es la Pharmacia de Monsanto que produce 91% de las semillas transgénicas sembradas en el mundo.
                           
Otra tecnología de transferencia de genes, es a través de la llamada biobalística, o cañón genético, por la cual, una vez hecha la construcción del “paquete” con promotor, gen buscado y marcador, éste se adosa a una microbala de tungsteno (volframio) u oro y se dispara contra células del organismo receptor, pegando dentro y/o fuera de la célula, dentro y/o fuera del núcleo, dentro y/o fuera del cromosoma. En ningún caso se tiene control de dónde en la cadena cromosómica se inserta la nueva característica.
La ingeniería genética tiene tantas incertidumbres e imprecisiones, que autores del ámbito científico han cuestionado que se pueda denominar “ingeniería”. De hecho, en su estado actual, si la comparamos con la ingeniería civil, sería como ir construyendo un puente tirando ladrillos al otro lado del río para ver si caen en el lugar correcto, usando sólo los que hayan servido medianamente a tal efecto, y dejando en el lecho del río lleno de materiales que no se conoce que efecto pueden tener. Con el agravante de que esos materiales están vivos, se reproducen y tienen su propio ámbito de acción.

Los transgénicos cultivados en el mundo hasta 1982 se repartían en dos grandes grupos: 71% fueron cultivos con tolerancia al herbicida propiedad de la compañía que vende la semilla, el 28% siguiente fue tolerancia a insectos, basados en la utilización de la toxina del Bacillus Thuringiensis, y sólo el 1% restante tenía otras características, como resistencia a virus, o una combinación de las dos anteriores. Ambas características son para beneficio prácticamente exclusivo de las compañías multinacionales que tienen las patentes de esos cultivos y agroquímicos.


CULTIVOS TRANSGENICOS EN EL MUNDO
Es significativo que la primera generación de transgénicos haya estado presidida por los intereses de la industria en consolidar y aumentar sus ventas de agroquímicos, introduciendo variedades de cultivos transgénicos resistentes a los herbicidas; y que una mayoría de las transnacionales de la biotecnología estén desarrollando una segunda generación de semillas transgénicas cuyas rasgos “ventajosos” consisten en cualidades que facilitan su procesamiento por la industria alimentaria, o su almacenamiento y transporte a grandes distancias. El primer alimento transgénico que salió a la venta en EE UU, por ejemplo, fue el tomate Flavr Savr, un “tomate larga vida”, con un proceso de maduración retardada que facilita su almacenamiento y su transporte a grandes distancias. Todo un invento para una producción de alimentos globalizada que sin embargo fracasó por resultar demasiado delicado para soportar unas labores mecanizadas de cosecha y envasado. Gran parte de la investigación biotecnológica reciente se orienta asimismo al desarrollo de mejoras cualitativas (menos calorías, menos colesterol, etc.) para una minoría de la población mundial con alto poder adquisitivo, en la cual los excesos de alimentación están causando graves problemas de salud.
En la actualidad, la práctica totalidad de la superficie sembrada con transgénicos en el mundo está ocupada por cuatro cultivos, en su mayor parte destinados a la producción de piensos compuestos para la ganadería intensiva y otros usos industriales: soja (60% del total de cultivos), maíz (23%) algodón (11%) y colza (6%).
En países del Sur como Argentina el cultivo de soja transgénica destinada a la exportación ha desplazado a los cultivos tradicionales y expulsado del campo a miles de pequeños campesinos, agravando la crisis de pobreza y de inseguridad alimentaria del país, esquilmando los suelos y provocando graves daños ambientales. En el Norte los cultivos transgénicos están contribuyendo a apuntalar un modelo de producción agrícola y ganadera industrializada, cuyos costes sociales (ruina de la agricultura y la ganadería familiar, despoblamiento del mundo rural), ecológicos (contaminación, desaparición de razas y de sistemas extensivos adaptados al entorno y ecosistemas asociados) y sanitarios (vacas locas, gripe aviar...) son insostenibles.
Los cultivos estrella son aquellos que tienen incorporada la resistencia a un herbicida, que ocupan el 73% de la superficie cultivada, seguidos de las variedades insecticidas Bt (18%) y de las variedades con ambas características (8%).
Mención aparte merecen los “farmacultivos”, diseñados para producir en cultivos alimentarios como el maíz fármacos y productos industriales (plásticos, lubricantes...) no aptos para el consumo humano, y que están siendo ya ensayados en Estados Unidos. Aunque la mayor parte de este tipo de cultivos está todavía en fase experimental, las primeras solicitudes de autorización para su cultivo comercial han provocado un gran revuelo en Estados Unidos en estados como California, debido al evidente riesgo de contaminación de toda la cadena alimentaria que suponen.
Los datos más difundidos sobre superficie de cultivos transgénicos son los aportados por los informes anuales del Servicio Internacional para la Adquisición de Aplicaciones Agrobiotecnológicas, (ISAAA), un organismo privado creado por instituciones y empresas cuyo objetivo es extender el uso de la biotecnología en países de desarrollo. Según el informe del ISAAA correspondiente al año 2004, el cultivo mundial ha aumentado un 20% con respecto a 2003, alcanzando una superficie de 81 millones de hectáreas repartidas en un total de 17 países, y equivale al 25% de la superficie global de estos cultivos.
El mayor productor de cultivos MG en el mundo sigue siendo Estados Unidos, cuya superficie de transgénicos supone el 69% del total mundial. Le sigue Argentina, con un 20% de la superficie mundial de cultivos transgénicos.
La diferencia fundamental con las técnicas tradicionales de mejora genética es que permiten franquear las barreras entre especies para crear seres vivos que no existían en la naturaleza. Se trata de un experimento a gran escala basado en un modelo científico que está en entredicho.

Algunos de los peligros de estos cultivos para el medio ambiente y la agricultura son el incremento del uso de tóxicos en la agricultura, la contaminación genética, la contaminación del suelo, la pérdida de biodiversidad, el desarrollo de resistencias en insectos y "malas hierbas" o los efectos no deseados en otros organismos. Los efectos sobre los ecosistemas son irreversibles e imprevisibles.
Los riesgos sanitarios a largo plazo de los OMG presentes en nuestra alimentación o en la de los animales cuyos productos consumimos no se están evaluando correctamente y su alcance sigue siendo desconocido. Nuevas alergias, aparición de nuevos tóxicos y efectos inesperados son algunos de los riesgos.

Los OMG refuerzan el control de la alimentación mundial por parte de unas pocas empresas multinacionales suponen una acción dictatorial y hasta fascista de la alimentación, y lejos de constituir un medio para luchar contra el hambre, aumentan los problemas alimentarios. Los países que han adoptado masivamente el uso de cultivos transgénicos son claros ejemplos de una agricultura no sostenible. En Argentina, por ejemplo, la entrada masiva de soja transgénica exacerbó la crisis de la agricultura con un alarmante incremento de la destrucción de sus bosques primarios, el desplazamiento de campesinos y trabajadores rurales, un aumento del uso de herbicidas y una grave sustitución de la producción de alimentos para consumo local.

La solución al hambre y la desnutrición pasa por el desarrollo de tecnologías sostenibles y justas, el acceso a los alimentos y el empleo de técnicas como la agricultura y la ganadería ecológicas. La industria de los transgénicos utiliza su poder comercial e influencia política para desviar los recursos financieros que requieren las verdaderas soluciones.

Debemos optar por la aplicación del principio de precaución y nos oponemos por lo tanto a cualquier liberación de OMG al medio ambiente. Los ensayos en campo, incluso a pequeña escala, presentan igualmente riesgos de contaminación genética, por lo que también deben controlarse.

Greenpeace se ha pronunciado expresando que no se opone a la biotecnología siempre que se haga en ambientes confinados, controlados, sin interacción con el medio. A pesar del gran potencial que tiene la biología molecular para entender la naturaleza y desarrollar la investigación médica, esto no puede ser utilizado como justificación para convertir el medio ambiente en un gigantesco experimento con intereses comerciales.

A España llegan unos 6 millones de toneladas de soja, de las cuales aproximadamente el 66% es transgénico, y un millón y medio de toneladas de maíz que han sido cultivados en países que han optado por el uso masivo de transgénicos.
España es el único país de la Unión Europea que cultiva transgénicos a gran escala y  en el 2006 se cultivaron unas 53.000 hectáreas de maíz modificado con genes de bacterias.
Dos terceras partes de los alimentos que ingerimos contienen derivados de soja y de maíz, se ha demostrado que en los cultivos transgénicos se emplean muchos productos tóxicos, al contrario de lo que dicen las empresas que los promueven, con el consiguiente daño que supone para el medio ambiente y la salud.
Se está experimentando con genes de vaca en plantas de soja, con genes de polilla en manzana e incluso con genes de rata en lechuga.

Los transgénicos, desde su nacimiento, han suscitado mucha polémica. Existen seguidores fanáticos y detractores acérrimos. Por ejemplo, Juan Felipe Carrasco, ingeniero agrónomo y responsable de la Campaña contra los Transgénicos de Greenpeace en España, cree que "la agricultura industrial, la que actualmente se nos vende como aquella que produce alimentos para toda la humanidad, desgraciadamente, está produciendo también muchísimos daños irreversibles". Para Carrasco "no es cierto que la ciencia esté a favor de los transgénicos", apuntando además que "los que estamos en contra de los transgénicos no estamos en contra de la ciencia del futuro, estamos en contra de la liberación de transgénicos en el medio ambiente". Para Greenpeace los transgénicos incrementan el uso de tóxicos en la agricultura, la pérdida de biodiversidad, los riesgos sanitarios no están evaluados, etc.
Sin embargo, Francisco García Olmedocatedrático de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad Politécnica de Madrid, piensa todo lo contrario. "Los transgénicos son la mayor innovación en producción de alimentos que se ha hecho en los últimos 25 años y no ha habido un solo incidente adverso ni para la salud humana ni para el medio ambiente" expreso durante la última edición de MadridFusión 2010.
En cualquier caso, sea cual sea la elección final del consumidor, no está de más saber qué productos contienen organismos modificados genéticamente. Con este objetivo, Greenpeace ha elaborado la "Guía roja y verde de alimentos transgénicos". En la lista verde se encuentran aquellos productos cuyos fabricantes han garantizado que no utilizan transgénicos ni sus derivados en sus ingredientes o aditivos. En la roja están aquellos productos para los cuales Greenpeace puede garantizar que no contengan transgénicos.

Las multinacionales que producen y comercializan transgénicos, los presentan como la solución al hambre en el mundo. Sin embargo, el hambre en el mundo se debe a la dificultad de acceso de los campesinos a recursos productivos como la tierra, el agua, las semillas y otros medios de producción, cuando no el robo o la expropiación que estas empresas propician. Los alimentos transgénicos son una tecnología orientada radicalmente al aumento de la productividad. Muchos científicos defienden que los transgénicos agudizan los problemas que prometen resolver: abuso de agroquímicos, crecimiento de plagas, resistencia a los productos que combaten las plagas, aumento de la contaminación de aguas y suelos, pérdida de fertilidad de la tierra, menores rendimientos de los cultivos.

Acrecientan la incapacidad de los agricultores para resolver sus problemas “técnicos” y, con ello, su dependencia de las multinacionales. Las relaciones entre los nuevos genes manipulados y los naturales no son predecibles porque nunca han interactuado juntos en el mismo organismo. No podemos determinar qué pasará en las generaciones futuras de dichos organismos. La investigación de riesgos sobre la salud humana por ingestión de organismos con genes modificados es muy escasa. Se reconoce la inestabilidad de los genes implantados y la contaminación inevitable. En el caso del maíz está demostrado que a través de la polinización cruzada, se transfieren los genes modificados de unas plantas a otras, de unos campos a otros y a lo largo de la cadena alimentaria. Con ello aumentan los riesgos sobre la salud de las personas y del propio ecosistema del que los campos de cultivo y el ganado forman parte.
  
Debemos considerar a la producción “química” y “transgénica” de alimentos como dos formas de la misma agricultura industrial globalizada.

La alternativa a dicha agricultura industrial es la agroecología basada en:
a) la independencia de la tecnología de las multinacionales.
b) la valorización de los conocimientos campesinos tradicionales.
c) la promoción tecnologías accesibles a los pequeños agricultores y campesinos pobres, d) el diálogo con la naturaleza, e) la defensa de la seguridad y la soberanía alimentarias para toda la población y no sólo para los sectores con solvencia económica.

Efectos no intencionados pueden ser parcialmente predecibles si se sabe dónde se inserto el nuevo gen, mientras que otros efectos son totalmente impredecibles debido al limitado conocimiento que se tiene sobre la regulación de los genes y las interacciones entre éstos.
Algunos de los efectos adversos encontrados para la salud ha sido la aparición de nuevas alergias, toxicidad renal y hepática.
Especies transgénicas pueden reproducirse con especies salvajes creando nuevos especímenes, arriesgando la integridad de las especies naturales y nuestra alimentación.

Por si eso fuera poco, los herbicidas de amplio espectro que se usan para proteger los cultivos transgénicos matan indiscriminadamente todas las plantas, dejando intactas sólo las cosechas transgénicas (como ejemplo el Glifosato usado sobre cultivos de soja transgénica  creada por la empresa norteamericana Monsanto).

Sus efectos no quedan confinados a los campos de cosechas, su aplicación en forma de pulverización puede transportarlos hasta vegetaciones salvajes colindantes, especialmente cuando se emplean aviones de fumigación aérea o pueden ser transportados por la lluvia hacia los ríos diezmando peces y organismos acuáticos.
Esta destrucción innecesaria puede producir una alarmante disminución de la diversidad de la flora salvaje con consecuencias dañinas para insectos, aves y mamíferos que dependen de las plantas afectadas.
Donde crece soja transgénica se incrementa el uso de herbicidas y las cantidades totales aplicadas. Se espera un aumento del uso de herbicidas al desarrollar las malas hierbas o cultivos indeseados una tolerancia al Roundup, tal como ha ocurrido en Argentina y EE.UU.

El cultivo de soja transgénica ha causado ya la deforestación de 21 millones de hectáreas de bosques en Brasil, 14 millones de hectáreas en Argentina y sigue en aumento.

Lo que se está destruyendo por la demanda mundial de soja barata es mucho más que uno de los hábitats más ricos en especies del planeta. Los científicos describen el bosque tropical más grande del mundo como el aire acondicionado del planeta: la humedad de la región es vital para la regulación del clima y los patrones de refrigeración de Sudamérica, y de todo el mundo.

En lugar de absorber y almacenar el excedente de CO2 procedente de la atmósfera, parte de la Amazonía de Brasil se ha convertido ahora en una fuente importante de contaminación por CO2 procedente de la quema de árboles y de la descomposición de la vegetación.
La deforestación para expandir cultivos como el de  la soja, conlleva el desplazamiento de comunidades y pueblos que dependen de los bosques. El bosque tropical les proporciona alimento y cobijo así como herramientas y medicinas. El avance de los transgénicos los ha expropiado de sus tierras
Tanto la soja como el maíz son básicamente producidos para ser exportados como alimento para animales, pero también la soja la estamos consumiendo en alimentos procesados, como galletas, budines, margarina, aceite, etc. y en la mal llamada carne y leche de soya, en tanto que consumimos el maíz en la polenta y el aceite.


¿Cuáles son sus riesgos más importantes?
El uso de transgénicos trae riesgos para la salud y para el ambiente, viola derechos ciudadanos, socava la soberanía alimentaria y consolida el control corporativo sobre el sistema agroalimentario mundial.
Las transnacionales inventaron CT resistentes a sus propios herbicidas. Como consecuencia, se aumenta el uso de herbicidas y, por ende, la contaminación del ambiente y de los alimentos.
Los CT “Bt” resistentes a ciertas plagas son plaguicidas: producen toxinas en todas partes de la planta, incluyendo las que se come. El uso externo y puntual del plaguicida se sustituye por su uso continuo dentro del cultivo, lo que podría significar una adaptación de las plagas que pronto desarrollarían resistencia y se regresaría al uso de plaguicidas cada vez más tóxicos.

La liberación al ambiente de un transgénico puede provocar una serie de impactos ecosistémicos. Por ejemplo, el polen del maíz transgénico (Bt) es tóxico para ciertos insectos benéficos y exudados de sus raíces son tóxicos para algunos micro-organismos del suelo. La presencia de toxinas Bt en los CT inhibe la descomposición de su materia orgánica. De esta manera se desencadena una serie de efectos en cascada que afectan el equilibrio ecológico.
Cuando los cultivos transgénicos polinizan los cultivos naturales, los contaminan genéticamente y crean semillas híbridas transgénicas. La contaminación genética de cultivos tradicionales es irreversible, imposible de controlar y significa que toda su descendencia, se convertirá en transgénicos y se perderá, para siempre, cultivos tradicionales, y la opción y el derecho a consumir alimentos naturales. En México, centro de origen y diversidad del maíz, la contaminación de variedades tradicionales de maíz con maíz Bt. constituye una pérdida irreversible de este patrimonio de la humanidad.
La contaminación de parientes silvestres, cultivos convencionales y tradicionales con genes de resistencia a herbicidas puede dar lugar a super-malezas imposibles de eliminar.
Todos los CT producen nuevas sustancias que puedan causar alergias y otras enfermedades. Los CT plaguicidas son modificados para producir toxinas que luego se consumen, pero no se ha demostrado su inocuidad a largo plazo.
Se está manipulando cultivos genéticamente, en particular, el maíz, para que produzcan fármacos (anticonceptivos, vacunas, hormonas, etc.) y productos de interés industrial (aceites) Existe el riesgo de que estos “farma-cultivos” contaminen genéticamente el maíz para el consumo, produciendo alimentos contaminados con fármacos y otras sustancias de uso industrial.
Los virus, bacterias y su material genético constituyen las herramientas de la ingeniería genética por lo que se aumenta la probabilidad de la “transferencia horizontal” de sus genes a otros virus y bacterias y la creación de nuevas enfermedades.
 ¿Qué dicen los científicos?
La Asociación Médica Británica, el Consejo Nacional de Investigación de los Estados Unidos y otras prestigiosas instituciones aconsejan prohibir el uso de transgénicos y sus productos y recomiendan se investigue sus impactos sobre la salud humana y el ambiente a largo plazo.
En Estados Unidos hay fuertes campañas en contra de los transgénicos en seis estados. En Europa, países como Hungría y Francia han tomado fuertes posiciones para retirar semillas y productos transgénicos de sus mercados y se han visto amenazados por las grandes corporaciones estadounidenses y el Banco Monetario Internacional por tomar estas posturas.

En India, donde las semillas genéticamente modificadas se introdujeron algunos años atrás, ahora tiene una taza de suicidios que señala que cada 30 minutos se suicida un productor agrícola mayormente a causa de la deuda que no consiguen pagar debido a la continua necesidad de comprar nuevas semillas transgénicas ya que se les impide guardar e intercambiar semillas. 
Un artículo de la legislación brasileña indica que todos los alimentos que contengan más de un 1% de material transgénico deben ser etiquetados, esto es algo que no ha cumplido Nestlé y por ello, un tribunal brasileño ahora obliga a la compañía a etiquetar los alimentos que contengan ingredientes transgénicos. 

Un estudio llevado a cabo por un grupo de investigadores franceses encabezado por Gilles-Eric Séralini, profesor de Biología Molecular de la Universidad de Caen y experto en organismos genéticamente modificados (OGM) del Gobierno francés, ha demostrado la peligrosidad de los alimentos transgénicos.
Séralini ha estado trabajando con un grupo de 200 roedores a los que se han alimentado con el maíz transgénico NK603, también conocido como maíz roundup ready y ha comprobado que es puro veneno. La mínima dosis de OGM se reveló tóxica y, en la mayoría de los casos, mortal para las ratas. Esto podría extrapolarse directamente a los humanos. La información fue publicada el pasado 20 de septiembre el semanario parisino Le Nouvelle Observateur. La revista estadounidense especializada  Food and Chemical Toxicology fue la primera que lanzó el escándalo al aire, al publicar los resultados del experimento de Séralini un día antes.

El investigador contó con un presupuesto de 3 millones de euros y trabajó bajo la más absoluta clandestinidad. Además, los investigadores se negaron a contestar cualquier llamada telefónica por miedo a las presiones y al sabotaje de las multinacionales de los transgénicos.
El NK603 es un maíz de la companía biotecnológica Monsanto cuya capacidad es poder soportar la acción del herbicida Roundup. Su principal componente es el glifosato, uno de los herbicidas más utilizados del mundo. 
El estudio tenía como finalidad determinar los efectos en la salud de la ingesta del maíz modificado y el herbicida. Para ello, los investigadores dividieron a los roedores en grupos. A cada uno se le alimentó con una dieta en la que se variaban las proporciones del Roundup.
Las ratas alimentadas durante toda su vida con maíz transgénico de Monsanto o expuesto a su fertilizante más vendido, Roundup, sufrieron tumores y daños múltiples en sus órganos, según este estudio el francés.

Aunque el principal investigador del trabajo haya sido crítico en el pasado con la industria, lo que puede hacer que otros expertos se muestren cautos a la hora de sacar conclusiones apresuradas, los resultados generarán controversia sobre los cultivos modificados genéticamente.
En una iniciativa poco habitual, el grupo investigador no permitió a los periodistas pedir comentarios externos antes de su publicación en la revista profesional Food and Chemical Toxicology y de su presentación en una rueda de prensa en Londres.

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